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26 sept 2015

El siglo XXI no es ninguna rosa que floreció en medio del desierto Sahara para los sentimientos humanos. Es la espina de aquella rosa que crece en el Jardín Keukenhof en donde todo es sistemático, todo tiene un plan, donde se rompen muros para ser excepcionalmente mejor que el mejor, donde el amanecer y el anochecer son los jueces de un mejor mañana y donde entre la felicidad y la depresión hay un hilo de araña que define tu próximo paso a dar. Vivimos en un siglo en el cual es sabido que hay olas de fuego y viento entre la pobreza y la riqueza. O elijes levantarte o elijes seguir cayendo.
Los jóvenes, los partícipes de este siglo en el escenario de la competitividad, nacen para dar ese paso clave para ser la próxima celebridad y exponer todo su potencial. Jóvenes que pelean contra si mismos por "encontrarse" cómo si les hubieran amputado una pierna para jugarles una búsqueda del tesoro.
Si estos jóvenes no pelearían por encontrarse a sí mismos la vida no sería una fiesta inmersa en el éxtasis. Si no pelearían para convertir este mundo en algo mejor el dinero, la fama y la fortuna nunca dejaran de competir.
Sin importar la generación que seas podes ser la X, Y, Z o las que vengan, una y cada una de las personas que hacen algo para un mejor mañana son rosas en el Sahara.